miércoles, 16 de abril de 2008

Noticia publicada en Noticias, Web de la Universidad EAFIT.

Y esta es la noticia creada por la Agencia de Noticias de la Universidad EAFIT, que publicó en us página web.




Abril de 2008Vuelven los 17 habitantes del Plaza Central- El grupo Letras, de EAFIT, relanzará su novela colectiva Todo amor termina en el Centro.- La presentación del texto será este jueves 17 de abril, en Otraparte, a las 7:30 de la noche.Desde su apartamento miran un Centro diferente. Algunos piensan en el amor cuando se asoman a la ventana. Otros ven a hombres solitarios y perdidos en el pasado. Muchos prefieren el silencio, hacerse amigos de la vecina o comunicarse con palos de escoba. Todos son diferentes, uno por cada apartamento y en total son 17. También hay una gata sin color exacto. Podría ser cualquier edificio. Allí viven tratando de subsistir, incluso de sí mismos, tal vez escuchando los consejos del portero. Tienen una cosa en común: existen en el libro Todo amor termina en el Centro. Es un texto que está escrito por 16 personas. Cada una tiene un personaje, y una de ellas dos, que a veces confunden con el real, y cada uno vive en un apartamento del Plaza Central, un edificio del Centro de Medellín. “Estábamos en café en el Centro cuando Diego propuso: ‘¿por qué no hacemos un ejercicio de escritura colectiva?, ¿qué tal que todos seamos habitantes de ese edificio?’ y señaló uno de los que teníamos en frente y hubo cierta complicidad y cierta alegría”, explica Lucía Donadío, directora del grupo Letras de la Universidad EAFIT. La idea estuvo dos años y medio en la cabeza de sus muchos autores, mejor, en una construcción de varios obreros escritores con ladrillos ‘letrosos’. Walter Artieda, creador de José Valentín Astereida, afirma: “La complicidad ayudó a que todos nos escucháramos y fuéramos más abiertos a los otros personajes y nos consideráramos un colectivo, más que una propuesta independiente”. Las historias se van entretejiendo. Los vecinos se van juntando, algunos prefieren la soledad. “Lo que dejó que esto pasara es que alguien proponía y los otros aceptaban porque si siempre nos hubiéramos negado a las ideas de los demás entonces habría sido imposible. Me acuerdo que hubo un momento en que estuvimos a punto de desistir de llamarlo novela colectiva”, dice Ana María Jaramillo, integrante del grupo y quién inventó a Marco. Fue una tarea respetuosa, difícil, porque era enfrentarse a la mirada aguda de los demás. Sugerir que una palabra funcionaría mejor que la otra. Era la posibilidad de escribir, aún sin ser escritor. Letras es un grupo literario de la Universidad EAFIT donde hay estudiantes, docentes, empleados y egresados, de diferentes profesiones, intereses y personalidades, que comparten una pasión: la literatura. Pese a ello siempre se consideraron, y todavía, más lectores que escritores. Luego llegó la novela y ahí se fue todo lo demás. Donadío lo expresa: “Me parece que el libro fue un esfuerzo colectivo muy bonito, fue una cosa espontánea que se fue dando alrededor del trabajo. Fue asombroso como personas que pensaban que no iban a escribir nada, lo hicieron”.Los habitantesPersonajes hay para todos los gustos. Está el argentino, el enamorado, el loco, la gata, el portero, la gitana, el poeta, el periodista... Cada uno tiene su tono, su pasión, su conflicto, sus palabras y su nombre. Eso sí, no pregunte quién es quien, porque entre tantos hombres, tantos personajes y tantas historias la línea se diluye. “Llegó a ser tal la situación que a veces confundíamos los nombres de los autores con los de los personajes y viceversa. (O si no que lo diga Camila, digo, Mónica)”, escribió en el prólogo Lucía Donadío. La mayoría de las veces pensaron que sólo era un ejercicio que les permitiría escribir, corregirse y pasar un rato agradable. No más. Luego a alguien, como todo lo demás, por idea espontánea se le ocurrió publicar. “Ya estábamos cansados. Yo me estaba enloqueciendo, porque cada uno se concentraba en su personaje, pero yo los tenía a todos en la cabeza. Había cierto cansancio”, explica Donadío. En últimas, le interrumpe Martha María, “las tesis y los libros no se terminan, se abandonan”. También por una idea espontánea nació el nombre y el apagón, elemento hilador de la historia. “Tal vez se fue un día la luz en mi casa y siento que se trastoca la realidad y la cotidianidad con la escritura. Eso quebraba la historia y el discurrir de cada uno y nos juntaba en un mismo evento”, dice Ana María Cadavid. El libro será entregado al público, por segunda vez, a petición de sus lectores y de sus autores, este jueves 17 de abril en Otraparte. Sus autores, o mejor sus personajes, hablando sobre una historia que comienza y termina en el Plaza Central. Como diría Tomás Lopera, otro integrante del grupo: “hago entrega del fragmento de Sanduccini que él mismo leerá”.
Mayores informes: Elsa Vásquez Rodríguez Jefe de Desarrollo Artístico Teléfono: 2619500 Ext.606 E-mail: evasquez@eafit.edu.co

Boletín presentación libro "Todo amor termina en el Centro" en Otraparte.

Este es el Boletín que Otraparte mandó por la web, sobre la presentación del Libro que se realizará este jueves 17 de abril a las 7:30 de la noche.


Presentación
Todo amor termina en el Centro
—Jueves 17 de Abril - 7:30 p.m.—
Ilustración de carátula por Ana María Cadavid
* * *
Presentación de “Todo amor termina en el Centro”, novela colectiva del Grupo Literario Letras de la Universidad EAFIT, integrado por estudiantes, docentes, empleados, egresados y amigos de la literatura, vinculados a la comunidad eafltense. Letras cuenta en su haber con dos publicaciones, bellamente ilustradas por Ana María Cadavid: “ArcaVoces” (2003), conjunto de poemas y textos cortos, fruto del trabajo de cinco años ininterrumpidos, y “Ojo de agua” (2005), narraciones urbanas de diferentes tintes y matices. Ambos textos evidencian el silencioso, constante y denodado trabajo de un grupo de lectores —así les gusta considerarse: más lectores que escritores— que pacientemente tejen frases, hilan párrafos, moldean el silencio, construyen textos y levantan sueños de manera individual y colectiva, en la blanca y enigmática geografía del papel, bajo el amparo literario de la escritora Lucía Donadío.
* * *
Todo amor termina en el Centro es una encantadora ambigüedad que puede sugerir el amor en el centro de la ciudad, como sucede en el libro, o el amor en el centro del alma, que es donde empieza y termina todo amor.
* * *
Todo amor termina en el Centro
Experiencias en un apagón
Prólogo
Entro de noche a mi dudad, yo bajo a mi ciudad donde me esperan o me duelen, donde tengo que huir de alguna abominable cita, de lo que ya no tiene nombre, una cita con dedos, con pedazos de carne en un armario, con una ducha que no encuentro, en mi ciudad hay duchas, hay un canal que corta por el medio mi ciudad y navíos enormes sin mástiles pasan en un silencio intolerable hacia un destino que conozco pero que olvido al regresar, hacia un destino que niega mi ciudad donde nadie se embarca, donde se está para quedarse aunque los barcos pasen y desde el liso puente alguno esté mirando mi ciudad...
Julio Cortázar, 62 Modelo para armar
Una tarde de viernes, hace más de dos años, nosotros, los del Grupo Letras, nos fuimos para el centro de Medellín a tomarnos un café y a despedir un semestre más de lectura, escritura y textos compartidos. Alrededor de la mesa —que siempre invita a soñar—, entre risas y miradas alegres, entre el café y el helado, entre recuerdos de pasajes de libros que nos han puesto a delirar, entre proyecciones del futuro de nuestra gran pasión, la literatura, entre la amistad circundada por hermosas palabras (escritas y leídas), Diego dijo: “¿Por qué no hacemos un ejercicio de escritura colectiva el próximo semestre...? ¿Qué tal si apostamos a que cada uno es un personaje que vive en uno de estos edificios del Centro...?”. Cómplices de este sueño, nos unimos a él. Permitimos que la idea se fuera pegando a nuestra piel, que echara raíces en nuestra alma, lenta y fuertemente.
Otra tarde de viernes, unos meses más adelante, volvimos al Centro y caminamos las calles de la Playa donde queríamos que estuviera nuestro Edificio Plaza Central. Algunos lo habían imaginado a la derecha subiendo desde la Oriental, otros a la derecha bajando del Teatro Pablo Tobón, otros lo soñamos a la izquierda subiendo o bajando. No hubo discusiones sobre este asunto. Lo dejamos donde cada uno lo soñaba, sabiendo que lo importante era lo de adentro, la historia que cada uno pudiera construir y entretejer.
Y cada uno fue bautizando a su personaje. Algunos encarnaron fácilmente y se escribieron en pocos meses. Otros tardaron años en redondearse (Carlos Andrés tuvo cinco personajes hasta que encontró el que verdaderamente era suyo, lejano al primer embrión). Los viernes al mediodía cuando nos reuníamos en nuestra sesión de trabajo, junto a nosotros —los de carne y hueso— llegaban los otros, los habitantes del Plaza Central, que también parecían de carne y hueso, a llenarnos de inspiración, de risas, muchas veces queriendo tomar el control y sustraer nuestras más profundas emociones para plasmarlas en el papel. Llegó a ser tal la situación que a veces confundíamos los nombres de los autores con los del personaje, y viceversa. (Si no que lo diga Camila, —digo, Mónica—).
Así se fueron haciendo estas páginas que hoy se vuelven libro entre sus manos. Con grandes dosis de paciencia y complicidad, con alegría y humor que nos sostenía en los momentos difíciles, cuando no sabíamos el rumbo exacto que nos marcaba y seguíamos las voces de los personajes, que parecían decirnos por dónde continuar. Nos enfrascábamos en diálogos y lecturas, en encuentros de unos personajes con otros, en historias de amor que aparecieron en todas las historias, corroborando esa gran verdad que es el amor.
Leímos y releímos y corregimos cada texto muchas veces. Cuando los personajes buscaron páginas blancas para vivir en ellas, Santiago, con la denominación de book jockey, que él mismo se adjudicó, y el ojo agudo de Mauricio, corrigieron y entretejieron los textos y los fragmentos. Ana María, nos animó con el bello diseño de la carátula que nos hizo apurar las correcciones. Corregimos “por última vez” unas veinte veces los textos hasta lograr este entramado que hoy llega a usted, anónimo lector, y que esperamos toque su alma como alguna vez tocó la nuestra.
Lucía DonadíoDirectora Grupo Literario Letras
* * *
Habitantes del Edificio Plaza Central


* * *
Parte 1
Agustín
Mi tiempo Violeta
Una mujer llamada VioletaYo soy un hombre marcado por Violeta,por una muchacha de increíbles ojos mielque un día se apareció en el Bar.
Adoré a Violeta, que más prueba de ello que el lamentable estado en que me dejó, como en una muerte medieval cuando los héroes se morían de amor. ¡Yo, un bucanero de mil puertos en éstas...! No puede ser, Agustín, tienes que olvidarla para siempre, me dije. Puse la idea en práctica, salí a conocer Metrocable, me afilié a un gimnasio y hasta terminé el álbum de chocolatinas Jet, pero, sin el menor resultado, sigo en mi estado catacúmbico. Hecho un desastre sufro su partida y juro que no me enamoraré otra vez jamás en la vida.
Como un salvavidas tomé el libro de Jaime Espinal, y busqué en la novela su comprobada solución oriental a los delirios incurables de amor, con tan mala suerte que no pude descifrar la panacea oculta en la imagen que liberó al autor de su tusa. Tal vez, concluí, Espinal sabe mandarín, claro.
Tengo que reconocer que con Violeta sentí la extraña y maravillosa sensación de estar fuera de mí, en un mundo loco que ella hacía parecer totalmente real, y al que la seguí a lo largo de la noche, a lo largo de su laberinto de risas y de su carácter impetuoso y desatinado, dependiendo poco a poco, cada vez más, de ella para vivir. Con el tiempo, después de no intentar más comprenderla, decidí dejar a la deriva nuestro amor demente.
Suena el timbre, ¿quién diablos puede ser a esta hora del amanecer? Tiro el cigarrillo por el balcón, abro la puerta, veo un tipo en pantaloncillos rotos, casi hechos jirones, alto, grueso, titánico como un orangután, lleva la barba rala y el cabello despeinado. Los ojos, grandes como los de una vaca, son azules pero están enrojecidos entre una costra malva de legañas. ¿Sí...?, le digo, Che..., me responde, es que Pacho el portero dice que vos fumás y no dormís, mirá que mi maldita candela se dañó y estoy muerto de pararme tanto de la tele a la estufa... ¿no podes regalarme unos fósforos o prestarme un encendedor hasta mañana? Tose y su respiración corresponde a la de un asmático. Comprendo que es el argentino del oncecerouno, voy por una candela, se la entrego, tomá, le digo, te la regalo, y le pregunto si le gustan los tangos; pibe, responde, después de Gardel, que cada día canta mejor, los demás son un montón de pelotudos, gracias. Da la vuelta, y se va entre una cojera que lo hace brincar a cada paso y la nube de humo del Marlboro rojo que enciende.
En cuanto al amor de Violeta, éste había empezado en mi bar meses atrás de una manera que solo puedo calificar de maravillosa. Muchas cosas ocurrieron a lo largo de aquellos días definitivos e imborrables:
—Un vodka con naranja por favor
—¿Con Hielo?
—Sin hielo, es más, sin naranja
Apareció de la nada en la barra tirándose el pelo hacia atrás, un pelo ondulado, azabache, negrísimo, casi azul. Las uñas carmesí, los dedos largos, los ojos miel. En la boca un cigarro con boquilla (larga como sus dedos). Entre el humo, ella que terminaba “....es más, sin naranja”. Los codos en la barra, sobre una mano el mentón, en la silla un apretado carrizo, entre los dedos del pie bailaba un zueco.
Sonaba un tango:
♫ Sobreviviente mía / socavas mi calma / me aferró a ti desesperado ♫ / mi habitante indómita / testimonio mío ♫ / me aferró a ti desesperado / a las virutas de tu aliento / ♫ a tus incendios de hembra / ecos, lejanía, brisa tibia que pasó? / ♫ desesperado me aferró a ti sobreviviente mía ♫ / y perseguiré tu nombre ♫ / hasta que un día / ♫ el tiempo termine al fin / ♫ de beber mi sangre ♫ (bis).
—¿Tiene música de Horacio Ferrer?
—Sí, pero tendría que buscarla, nadie aquí la pide
—¿La balada para un loco?
—Por supuesto, es mi preferida
Clavó el cigarrillo en el cenicero.
—¿Y de Maria Grana o de Adriana Varela?
—Me está pidiendo lo más difícil, pero ya lo busco
—Entonces Troilo o Salgan, Charlo o Fresedo.
—Ah, esos ya mismo. ¿Le gusta Discépolo?
—¿Cómo se llama?
—Me llamo Agustín, ¿y usted?
—Violeta. ¿Pondrá algo o todo lo tiene que buscar?
—No, ¿qué tal “En esta tarde Gris”?
—Bien
—¿Le gusta Discépolo?
—Me gusta usted, Agustín
Nos quedamos así un rato. Silenciosos, mirándonos a los ojos. Yo parado como un idiota detrás de la barra. A lo mejor no es más que una chiflada, pensé. No sabía qué hacer. Luego me dice exactamente estas palabras: Me gustaría que por el resto de la vida, me despertaras en la mañana. En su boca se dibujó una hermosa sonrisa. Me acarició el rostro. Arqueé las cejas. Te juro que me sorprendés, le dije.
En aquellos tiempos tenía aún el Bar del Búho que dejé a Irene luego de la partida de Violeta para que me lo pagara como fuera, en fin, la clientela ya la conocía y apreciaba casi más que a mí. Ella, una hermosa joven del Edificio que un día tocó a mi puerta para pedirme trabajo, llegó como caída del cielo, entonces el amor con Violeta estaba en su esplendor e Irene se apersonó del negocio de forma tal que le dio nuevo aire al Bar, y a Violeta y a mí la libertad de salir juntos a recorrer el Centro por la noche. Agregó recitales de poesía que declamaba con su amigo guitarrista, y espectaculares shows de tango en vivo en los que la misma Violeta, a veces, participaba cantando tangos a su manera; de una forma brusca, marcada, quebrada, con su voz gruesa de mezzosoprano (como la de Adriana Varela o Susana Rinaldi) que extasiaban al público. Su versión de El día que me quieras era especialmente arrolladura por la pasión que le ponía: me miraba y arrastraba la letra como si fuera un ruego, un desgarro, mientras ejecutaba sola ochos, ganchos y pasos de fantasía con una lucidez de experta, para terminar, luego, ralentizando el ritmo en una forma rota, melancólica, terriblemente triste, dolorosísima.
Cuando regresábamos del bar al Edificio Plaza Central, la gata en la portería, al verla, la seguía y se dejaba cargar de ella mientras Violeta le cantaba “minina, minina” acariciándole la pelambre por la espalda. La gatita cerraba los ojos y se templaba con el peinar de los dedos en el lomo, pero de pronto saltaba y se perdía rápido entre las sombras. Con el tiempo comprobé que Violeta también tenía algo de felino.
En mi apartamento, entre música, caricias y vinos, hablábamos de la verdadera pasión de nuestras vidas, los libros, el tango y el cine, para desembocar en una pequeña cama lo suficientemente grande como para no caernos, entre carcajadas, cantando tangos casi ebrios, gritando poemas muertos de la risa, brindando por cualquier cosa, a un amor brioso y estridente como un candombe. Luego, en el balcón, fumando como en las películas, nos quedábamos mudos viendo los colores que nacían en el cielo con el amanecer. Cerca brillaba la cúpula de la Catedral Metropolitana. Entre la alta neblina, se divisaba a lo lejos, el aviso luminoso de Coltejer encaramado en la montaña.
Cierro los ojos para escuchar los pasos de Violeta sobre el piso ajedrezado, esa música que tenía al andar descalza, única como su huella digital. Del misterio de la noche emerge ella con mis sueños en los que tantas veces la he tenido de nuevo conmigo: Violeta con el vestidito azul mirando distraída a lado y lado de la calle Girardot. Me levanto en una cama extraña y ahí está a mi lado. Muero y ella va por mí al infierno. Camino rápido hacia ella por el Centro, pero es solo un espejismo.
Fuente:
Todo amor termina en el Centro. Grupo Literario Letras, Universidad EAFIT, Medellín, primera edición, septiembre de 2007.
* * *


* * *
Grupo Literario Letras
Tomás Lopera - Ingeniería de Diseño de ProductoWalter Artieda - Administración de NegociosJaime Espinal - Administración de Negocios (Egresado)Carolina Ciro - Especialización en Hermenéutica LiterariaDiana Marcela Flórez - Ingeniería de ProcesosDiego Gómez - Ingeniería de SistemasMauricio Restrepo - Ingeniería de ProducciónSantiago Hoyos - DerechoMarta María Peláez – Derecho (Egresada)Carlos Andrés Acosta – Ingeniería MecánicaAna María Jaramillo - Ingeniería de Diseño de ProductoAndrés Aguirre – Ingeniería MecánicaMónica Quintero – Comunicación SocialJosé J. Duque - Ingeniero de SistemasSara Farberoff - ArquitectaAna María Cadavid - Esposa docente EAFIT
* * *
Casa Museo Otraparte
Cra 43A N° 27A Sur - 11Avenida Fernando GonzálezEnvigado - Colombia
Teléfonos:
276 14 15 335 25 01
Entrada libre
Se puede utilizar el parqueadero delVivero La Campiña y El Café de Otraparte.

lunes, 31 de marzo de 2008

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "TODO AMOR TERMINA EN EL CENTRO"

ESTE JUEVES 17 DE ABRIL, A LAS 7:30 P.M SE LLEVARÁ A CABO EN OTRPARTE (LA CASA DE FERNANDO GONZALEZ). TENDREMOS LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "TODO AMOR TERMINA EN EL CENTRO" DEL GRUPO LETRAS. LA CASA MUSEO QUEDA EN ENVIGADO AL FRENTE DEL MALL LA CASONA, CERCA A LA CANALIZACIÓN, VÍA LAS VEGAS. LOS ESPERO.

viernes, 8 de febrero de 2008


Foto agregada por Santiago H al grupo de Facebook llamado: "Yo me estoy leyendo Todo amor termina en el Centro"...

Al respecto Santiago Comentó:

"La vida se nos había adelantado, queridos letras, porque en Cali hay un edificio viejo frente a la terminal de buses donde han de vivir extranjeros, moribundos, familias disfuncionales, gatos, escritores, músicos, ladrones y esposas infieles... que me recordó un poco al nuestro.No pude evitar reirme". Santiago H. Esta foto fue agregada al grupo de Facebook "Yo me estoy leyendo Todo amor termina en el Centro" .

RESEÑA EN EL COLOMBIANO.



ESTO ES LO QUE DICE EL TEXTO QUE SE ENCUENTRA EN LA FOTO:
Todo amor termina en el centro.
Varios autores.
Universidad Eafit, Medellín, 2007
"Los autores de estos relatos hacen parte del Grupo Literario Letras, que dirige Lucía Donadío. Diversas historias que tienen elementos en común, por ejemplo, las ficciones se desarrollan en el centro de la ciudad, están escrita con pasión, con mucha libertad y con un esfuerzo grande por producir textos de excelente factura".
El Colombiano, 13 de octubre de 2007.

miércoles, 6 de febrero de 2008

RESEÑA DE LA REVISTA EL EAFITENSE N° 93, NOVIEMBRE 2007- ENERO DE 2008. Medellín, Colombia, Suramerica.

TODO AMOR TERMINA EN EL CENTRO.

El primer Taller Literario en Antioquia fue el
de la Biblioteca Pública Piloto, fundado en
el año 1978 por Jairo Morales Henao y Juan
Luis Mejía Arango, actual rector de EAFIT. Al
año siguiente, Manuel Mejía Vallejo tomaría
las riendas de este grupo y sería director
hasta el año 1994, para pasar a manos de
Jairo Morales, quien ha permanecido como
director hasta el momento.
Los Talleres literarios se han multiplicado
en la ciudad, y actualmente instituciones
educativas y culturales han conformado sus
propios grupos, por lo que se presume que
en Antioquia puede haber cerca de 25 talleres
e
activos, que mantienen un promedio de 15 a
20 integrantes.
En la ciudad, instituciones de educación
superior como el Politécnico Jaime Isaza
Cadavid, la Universidad Pontificia Bolivariana,
la Universidad de Antioquia y EAFIT, cuentan
con grupos literarios y de escritura, donde
estudiantes, empleados, egresados y
docentes participan activamente.
En EAFIT, el Grupo Literario Letras,
conformado hace siete años, cuenta en su
haber con dos publicaciones: ArcaVoces
(2003), un conjunto de poemas y textos cortos,
fruto del trabajo de cinco años ininterrumpidos;
y Ojo de agua (2005), narraciones urbanas
de diferentes tintes y matices. Ambos
textos, evidencian el silencioso, constante
y denodado trabajo de un grupo de lectores
–así les gusta considerarse: más lectores que
escritores– que pacientemente tejen frases,
hilan párrafos, moldean el silencio, construyen
textos y levantan sueños de manera individual
y colectiva, en la blanca y enigmática
geografía del papel, bajo el amparo literario
de la escritora Lucía Donadío.
En días pasados, este grupo presentó su
última producción Todo amor termina en el
Centro, una novela colectiva que surgió de
manera espontánea y que hoy se traduce en
un sueño cumplido. “Una tarde de viernes,
hace más de dos años, nosotros,
los del Grupo Letras, nos fuimos
para el centro de Medellín a
tomarnos un café y despedir
un semestre más de lectura,
escritura y textos compartidos
(…) Diego dijo: “¿Por qué no
hacemos un ejercicio de escritura
colectiva el próximo semestre…?
¿Qué tal si apostamos a que
cada uno es un personaje que
vive en uno de estos edificios
del centro…? Cómplices de
este sueño, nos unimos a él.
Permitimos que la idea se fuera
pegando a nuestra piel, que
echara raíces en nuestra alma,
lenta y fuertemente”, comenta
Lucía Donadío.